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5 libros oscuros para rendir culto al Halloween

Es cierto: el cine nos ha llevado a ser testigos de las…

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Foto: quotesgram.com

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Es cierto: el cine nos ha llevado a ser testigos de las imágenes más escalofriantes de nuestras vidas. Sin embargo, el cine debe considerarse, casi siempre, como la representación de un texto inicial que no tiene por qué dejar de impactarnos. Al contrario, muchas de las obras que hemos visto representadas en el cine resultan ser más siniestras, más crudas, más desesperantes en el texto original. Cuando las leemos, nuestra imaginación tiene la difícil tarea de recrear nuevas versiones, versiones que no tienen límites y que, por lo tanto, pueden llegar a ser mucho más fieles a lo que el autor creó.

Para aquellos que desean celebrar en grande la noche más oscura del año, hemos preparado esta brevísima lista de libros que resultan buenos compañeros en las horas más silenciosas y solitarias:

Foto: setrains.es

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  1. Historias extraordinarias (1924), de Edgar Allan Poe

“El gato me siguió mientras bajaba la empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un golpe que hubiera matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies.”

Plutón, un hermoso gato negro, es el favorito de un próspero matrimonio hasta que, con el tiempo, el misterioso animal se gana la antipatía del hombre, quien termina vaciándole un ojo para después, sin ningún tipo de contemplación, darle muerte. Con su cruel acción, la ruina lo sorprende en medio de la noche e incendia por completo su mansión, dejando como único legado, la figura en relieve del animal sobre la única pared que sobrevivió al siniestro. De allí en adelante, un nuevo favorito aparece, un animal casi exacto al anterior y, con él, reaparece el odio y el rechazo que desembocan en la trágica muerte de su esposa.

La máscara de la Muerte Roja y El cuervo, su icónico poema, también forman parte de esta magnífica selección del genio del terror. La obra de Poe ha servido de influencia y referente a los más consagrados autores que se enmarcan en este género. Su vida, como su obra, también fue trágica y finaliza con las oscuras palabras de un hombre atormentado: “Que Dios se apiade de mi alma”.

Foto: taringa.net

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  1. Aura (1962), de Carlos Fuentes

“Cierras el zaguán detrás de ti e intentas penetrar la oscuridad de ese callejón techado — patio, porque puedes oler el musgo, la humedad de las plantas, las raíces podridas, el perfume adormecedor y espeso—. Buscas en vano una luz que te guíe. Buscas la caja de fósforos en la bolsa de tu saco pero esa voz aguda y cascada te advierte desde lejos: —No… no es necesario. Le ruego. Camine trece pasos hacia el frente y encontrara la escalera a su derecha. Suba, por favor. Son veintidós escalones.”

Felipe Montero, un joven historiador, llega a casa de una anciana viuda para un empleo vacante. Lo recibe una infinita penumbra y la voz de la mujer que le da las indicaciones. La condición irrefutable es que debe quedarse a vivir allí para cumplir con el encargo de organizar y terminar las memorias de su difunto esposo. Cuando el joven, ante la misteriosa presencia está a punto de claudicar, aparece su nieta Aura, cuya belleza será el único impulso para que Felipe se quede. Conforme pasan los días, el joven comienza a descubrir un extraño vínculo entre Aura y su abuela, una extraña relación de dependencia las mantiene atadas en la completa oscuridad de la casa.

Considerada una de las novelas más importantes de la literatura mexicana del siglo XX, Aura, de Carlos Fuentes, es una novela brevísima pero con un argumento sumamente interesante que marcó las bases de uno de los movimientos literarios más importantes de Latinoamérica: el Boom latinoamericano.

Foto: pinterest.com

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  1. La Condesa Sangrienta (1966), de Alejandra Pizarnik

“La sirvienta Dorkó arrastra por los cabellos a una joven desnuda; la encierra en la jaula; alza la jaula. Aparece la “dama de éstas ruinas”, la sonámbula vestida de blanco. Lenta y silenciosa se sienta en un escabel situado debajo de la jaula. Rojo atizador en mano, Dorkó azuza a la prisionera quien, al retroceder -y eh aquí la gracia de la jaula-, se clava por si misma los filosos aceros mientras su sangre mana sobre la mujer pálida que la recibe impasible con los ojos puestos en ningún lado. Cuando se repone de su trance se aleja lentamente. Han habido dos metamorfosis: su vestido blanco, ahora es rojo y donde hubo una muchacha hay un cadáver.”

Erzsébet Báthory fue declarada culpable de asesinar a 650 mujeres. La famosa condesa húngara dispuso, con la ayuda de sus fieles sirvientes, los castigos más perversos para dar muerte a sus víctimas y saciar su aparente gula por la sangre. Pero hay algo más. Erzsébet no solo orquestaba y disfrutaba su crudo ritual. Ella era la Muerte y la muerte no envejece ni muere. Frente a su espejo, la hermosa dama contemplaba su figura hasta que algún error, alguna falla, alguna muestra de osadía le propinaba nuevas víctimas.

Reconocida por su prosa y por su trágico suicidio en 1972, Alejandra Pizarnik hace un relato macabro y sumamente poético de la vida de este siniestro personaje.

Foto: buzzedon.com

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  1. El bebé de Rosemary (1967), de Ira Levin

“Dormidito y dulce, pequeño y rosado de cara, Andy yacía envuelto en una ajustada sabanita negra, con guantecitos negros en sus manitas atados con cintas del mismo color. Tenía un cabello de color anaranjado, mucho cabello, sedoso y cepillado. ¡Andy! ¡Oh, Andy! Alargó su mano hacia él, apartando el cuchillo; sus labios hicieron pucheritos y abrió los ojos y se quedó mirándola. Sus ojos eran amarillo-dorados, todo amarillo-dorados, sin blanco ni iris; todo amarillo-dorados, con pupilas en forma de rayitas verticales negras. No pudo separar la vista de él. Los ojos del bebé, se fijaron en ella, dorado-amarillentos, y, después, en el crucifijo boca abajo que se balanceaba. Ella alzó la vista y vio que todos la estaban observando, y, cuchillo en mano, les gritó:

—¿Qué le han hecho a sus ojos? Se estremecieron y miraron a Roman.

—Tiene los ojos de Su Padre —contestó Roman.”

Rosemary y Guy Woodhouse se mudan a la casa Bramford, un antiguo edificio famoso por ser el escenario de una serie de hechos trágicos que se habían perdido en el tiempo. A pesar de las advertencias de sus amigos más cercanos, el joven matrimonio cierra un trato con el agente y adquiere uno de los lujosos apartamentos. Sus vecinos, los señores Castevet, en seguida le dan la bienvenida y se construye una sólida y desprendida relación de amistad que se extiende a los más allegados del anciano matrimonio. Al poco tiempo y bajo el clima de un nuevo hecho trágico, Rosemary se embaraza y con su nuevo estado la embargan extraños sueños y presentimientos mientras su cuerpo y su salud desmejoran cada día. En medio de su desesperación descubre un oscuro secreto que involucra a todos a su alrededor y pone en riesgo su vida y la de su bebé.

Adaptada al cine por Roman Polanski en 1968, El bebé de Rosemary (también llamada La semilla del Diablo) marcó un hito: su cruda representación en el cine ensombrecida, además, por los crueles asesinatos del clan Manson, entre los que cuenta el de la esposa del famoso director, terminaron por catapultar esta historia y construir, en torno a ella, la posible idea de una maldición.

Foto: taringa.net

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  1. Misery (1987), de Stephen King

“Un terror tan afilado como un golpe de aire lleno de navajas voló a través de la droga y Paul abrió los ojos. Ella se había levantado y empezaba a bajar las sábanas, exponiendo sus piernas torcidas y sus pies desnudos. -No -le dijo-, No…, Annie… ¿Por qué no discutimos lo que tiene en mente, sea lo que sea…? Por favor… Se inclinó. Cuando volvió a erguirse tenía un hacha en una mano y en la otra un soplete de propano. El hacha era la misma que estaba enterrada en el bloque de madera del cobertizo. Su filo brillaba, En un lado del soplete de propano se leía “BernzOmatiC”. Volvió a inclinarse y esa vez salió con una botella oscura y una caja de cerillas. En la botella había una etiqueta; en la etiqueta, la palabra “Betadine”. Nunca olvidó esas cosas, esas palabras, esos nombres. -¡Annie, no! -gritó-. ¡Annie, me quedaré aquí! ¡Ni siquiera saldré de la cama! ¡Por favor! ¡Oh, Dios, por favor, no me corte! -Saldrá bien -le dijo, y su cara tenía ahora esa apariencia plana y desconectada de un gran vacío.

Annie Wilkes rescata a Paul Sheldon luego de un grave accidente en pleno invierno. La solitaria mujer lo lleva a su casa y lo atiende hasta que este se recupera. La dedicación que había puesto en salvarle la vida no se debe a un espíritu bondadoso, sino a la gran admiración que le profesa. Paul era su escritor favorito, el gran creador de Misery, su eterna protagonista. Todo es idílico hasta que Annie, quien leía la última entrega de su saga favorita, descubre que Misery muere. Decepcionada, la mujer solo ve en Paul un culpable e inicia una dura tortura que solo sopesaba bajo el cumplimiento de sus exigencias. Conforme avanza la historia, la locura de Annie se incrementa y Paul –impedido y en silla de ruedas– tratará de librarse de ella para no morir.

Esta espantosa historia de terror psicológico fue adaptada al cine por Rob Reiner en 1990 con Kathy Bates en el papel de Annie Wilkes. Su fiel interpretación del personaje derivó en el Oscar a Mejor Actriz de ese año.