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Denise Armitano: “El abanico permite expresar motivos y escenas; es un símbolo de estatus”

“Coleccionar (…) hace que quienes se sienten desposeídos, se sientan más a…

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Foto: Robianna Parra
Foto: Robianna Parra

Foto: Robianna Parra

“Coleccionar (…) hace que quienes se sienten desposeídos, se sientan más a salvo”.

Susan Sontag

En algún momento de nuestra vida empezamos a tener cierta afición por algo en particular -desde un color en específico hasta un objeto- y, sin querer, vamos agrupando una serie de piezas que nos gustan; incluso, se comienza a tener inclinación por una cosa debido a la influencia de nuestros padres o grupo familiar. Sin embargo, cualquiera sea la razón para reunir elementos en específico, se requiere de una fuerte motivación, deseo y satisfacción.

Entonces, podríamos decir que Denise Armitano Cárdenas se adentró al mundo del coleccionismo por la influencia de sus padres, pues ambos estuvieron ligados al arte debido a sus profesiones. Su madre estudió Historia del arte en Francia, además es museóloga y curadora, mientras que su padre fue arquitecto y artista plástico, de él aprendió un poco más del oficio de ser coleccionista, pues llegó a compilar una serie de cajas marqueteadas con incrustaciones y detalles bien trabajados del siglo XIX: No sé si fue por aquello de lo que se hereda no se hurta, pero por ellos llegó a mí el arte. En mi casa se cultivó el aprecio al arte, a valorar y considerar los objetos, pues mis padres no eran coleccionistas profesionales, pero sí eran amantes del arte y las antigüedades.

Foto: Francisco Arteaga CH

Denise, si bien nació en Caracas, desde los nueve hasta los 21 años de edad vivió en Francia y Portugal. Volvió a la ciudad de los techos rojos, después se dirigió a Italia, otra vez a Portugal, más tarde a Francia y, finalmente, retornó a su tierra de origen, por lo que todas esas mudanzas le causó un poco de desarraigo: Tal vez por ser hija única y de tantos viajes hubo algunos momentos de soledad, aunque siempre busqué amistades, pero a lo mejor esos momentos de soledad los iba amoblando, por así decir, con cosas como libros, muñecos, juguetes… en fin, creo que desde pequeña sí tuve una fijación y amor por los objetos. Me gustaban las cosas de a varias, en serie, de algún color en específico, es decir, me gustaba ver el objeto declinado en varias versiones. Pero no fue sino hasta los 16 años cuando mi papá me sugirió que debía coleccionar algo como adornos de escritorio, porque él notaba que me gustaba tener ese lugar bien ordenado. No obstante no sé cómo, pero empecé a coleccionar figuras pequeñas de caballos en metal, madera, cerámica.

Sin embargo, de sus viajes logró enriquecer su vocabulario convirtiéndose en una verdadera políglota y desde allí conoció su primera vocación que es ser traductor. De esta afición descubrió otra pasión que es la escritura, pues fueron numerosas las traducciones literarias que realizaba, aunque la formación profesional de Denise comenzó en el área publicitaria: La profesión de publicista parece haber sido un mero accidente en mi recorrido formativo y laboral, pues siempre quise estudiar Letras, pero los avatares de la vida a veces imponen caminos torcidos que luego esta se encarga de enderezar. Aunque todas me gustan, siento que se complementan y, casualmente, en este momento las tres (publicidad, idiomas, escritura) están unidas porque tengo una gran vocación, deseos e inquietudes con la escritura, la cual he venido desarrollando desde hace un tiempo y, a su vez, mis vocaciones las relaciono con el coleccionismo.

Foto: Francisco Arteaga CH

Ahora bien, todo coleccionista empieza a compilar los objetos partiendo de la motivación que engloba una serie de impulsos conscientes como inconscientes, los cuales se conectan con sus deseos para así generar experiencias placenteras que satisfacen una necesidad. Sin embargo, la personalidad también influye y aquellos que coleccionan son personas que valoran lo antiguo, las historias, los daños e intervenciones que han sufrido los objetos por la marcha del tiempo. Así pasó con Denise, pues su idilio por los abanicos comenzó cuando a sus manos llegó una pieza que era de su tía abuela, la cual data de los años 60. Presentaba una estampa de la Virgen de Lourdes pegada sobre el varillaje del abanico. El barniz de este, frente a los años, consiguió un color único y esto cautivó a la coleccionista.

Desde allí empezó a afinar su búsqueda, pues además de descubrir todo el proceso artesanal que llevan las piezas, le impresionó las anécdotas que pueden estar contenidas en ellas y el valor monetario que pueden adquirir: Mi primer viaje a São Paulo lo realicé para visitar a mis familiares y, por supuesto, para buscar las piezas antiguas. Anduve por varios lugares, pues allá abundan mercaditos fijos en distintas zonas de la ciudad y me topé con unos abanicos. En ese momento algo hizo click, no sé hubo algo y, aquí entre nosotras, los abanicos me hablaron. Sin embargo no los compré, pero cuando pasé por la residencia de la anticuaria-tarotista, Doña Marie Alice en Río de Janeiro, quien me recibió bajo una noche de verano austral en su apartamento de Copacabana, vi infinidades de abanicos antiguos dispuestos, cual banquete, sobre una mesa larga. Hacía unos 35 grados centígrados y con extrema humedad en el ambiente, me costó mucho decidirme. Como una niña en una juguetería, compré tres de los que más llamaron mi atención, sabiendo que estaba dejando otros muy interesantes también.

Foto: Francisco Arteaga CH

Desde ese instante Denise supo que ese era el objeto que quería coleccionar ya de manera oficial, su línea de búsqueda estaría centrada en los abanicos antiguos procedentes de los años 60, acompañados de increíbles historias y solo elegiría aquellos que le transmitieran algo o le “hablaran”: Siempre he sido sensible al tema de la ropa, me gustan los accesorios, complementos… Así empezó mi romance con los abanicos porque, además de bellos, el abanico viste y engalana. Realza el atuendo. Es una pieza hermosa. A partir de allí he afinado mi búsqueda, ya sé en cuáles lugares de Latinoamérica puedo conseguirlos y sé cuáles son nobles. Todo esto lo he aprendido sola, investigando incansablemente sobre la pieza y enriqueciendo mi conocimiento porque cuando empecé cometí varias novatadas, algo que es normal en el oficio.

Trabajar en la Galería de Arte Nacional (GAN) le ha permitido estar en contacto con personas que la han ayudado a ampliar su conocimiento e inclusive a restaurar algunos abanicos, pues si bien no existen restauradores de piezas como estas en Venezuela, ha recibido importantes consejos de expertos en ese oficio para poder conservar sus reliquias: En mi trabajo he podido coincidir con interlocutores y orientadores que han contribuido mucho con su experiencia, criterio y conocimiento. Sin lugar a dudas, el contacto con estas personas (investigadores en arte, conservadores, restauradores y museógrafos) me ha ayudado a enriquecer la colección y a desarrollarla en determinada dirección.

Foto: Francisco Arteaga CH

En 2011 participó en el Primer Encuentro Nacional de Coleccionismo organizado por el Museo de la estampa y el diseño Carlos Cruz-Diez Allí se presentó con 30 piezas, todas expuestas en vitrinas para asegurar su resguardo y cumplir con todos los requisitos ideales para exhibir. Además de sentirse sumamente orgullosa, fue allí donde se le adjudicó el título de Coleccionista de Abanicos”.

Un año más tarde, en 2012, participó en el 2° Encuentro Nacional de Coleccionismo, esta vez con 150 piezas antiguas, en su mayoría de los años 60, y también declamó su primera charla sobre la historia de los abanicos. Desde ese instante comenzó a colaborar en tertulias y conversatorios en otros museos, instituciones culturales y librerías en Caracas con relación a estos objetos, vinculando este tema con otras áreas como publicidad, política, poesía, amor y feminismo: La idea de las charlas es transmitir conocimiento para que la gente valore el objeto, tanto en el ámbito cultural como afectivo. El abanico permite expresar motivos y escenas. Este objeto, desde sus principios, se ha convertido en un símbolo de estatus, poderío, empoderamiento, coquetería, complicidad. Es decir, es más que un simple objeto para refrescar. En 2013 logró trasladar toda su sapiencia sobre estas piezas a la ciudad de São Paulo y allí también pudo presentar su muestra de abanicos: Trabajé muchísimo por este proyecto e incluso di la charla en portugués. Aunque lo más probable es que dijera unas cuantas barbaridades, pero el público me entendió.

Foto: Francisco Arteaga CH

Durante los siguientes años y hasta la actualidad, Denise ha ido agregando más abanicos en su colección, convirtiéndose en una especie de hunter, como ella lo afirma. Además, sigue investigando sobre el oficio, y cada vez afina más su mirada pues está convencida que, en cualquier momento, puede que uno de ellos le hable a través del motivo que se encuentre diseñado sobre la pieza, la seduzca el espléndido varillaje o la cautive la historia que esconde al unir las guardas de marfil.

Foto: Francisco Arteaga CH