Presencia reptante: la serpiente como símbolo
Luego del gran diluvio, cuando los humanos perecieron bajo la ira de…
Luego del gran diluvio, cuando los humanos perecieron bajo la ira de Zeus, Deucalión y su esposa Pirra intentaban repoblar la tierra. Consultaron el oráculo de Temis que, en su designio, les indicó simplemente lanzar los huesos de su madre a sus espaldas. Enseguida, los suplicantes tomaron piedras –los huesos de Gea– y las lanzaron al aire, haciendo brotar de cada una un ser humano. Pero ese no fue el único parto de Gea. De su cuerpo aún fangoso, no muy lejos de allí, también nacía Pitón. El cuerpo convulso de la monstruosa criatura brotaba de la tierra aún empapada para fijar su morada en una gruta cercana a Delfos, convirtiéndose así en el único custodio del oráculo.
Más tarde, el reinado de Pitón sobre el destino de los hombres sería derrocado por Apolo quien, asaetándola, le daría muerte en la misma gruta. Con este hecho, se instaura, definitivamente, el orden patriarcal iniciado con Zeus. La gran serpiente –algunos autores la representan como un dragón hembra– ya era para entonces símbolo del poder femenino; una suerte de representación de la madre tierra vencida por la fuerza viril del dios de la luz. Es así como Apolo se apodera del oráculo y lo consagraba para sí, declarándose el dios del vaticinio y celebrando su victoria bajo un nuevo epíteto: Pitio. De allí en adelante, el mito calaría en la vida y las costumbres antiguas: se inauguran los Juegos Píticos en honor al dios y se designa Pitia o Pitonisa a la sacerdotisa que habitaba el templo de Delfos.
Todo lo anterior delata la sigilosa presencia de la serpiente como un símbolo constante desde la antigüedad. Sus diversos significados fueron gestándose a la par de la civilización occidental y el misterioso animal, a menudo relacionado con las fuerzas primitivas, plagó nuestra cultura hasta remontarse a nuestros días. En el pasado más remoto, su habilidad para cambiar de piel contribuyó a que representara la resurrección. La muda de la piel impresionó poderosamente a los autores antiguos: Filón de Alejandría cree que la serpiente, al desprenderse de su piel, se desprende también de la vejez; que puede matar y curar, siendo por ello símbolo y atributo de los poderes adversarios, positivo y negativo, que rigen el mundo.* De allí que también se le considere como el más espiritual de los animales, lo cual incrementa su magnetismo. El mito de Medusa aprovecha tal magnetismo y lo hace propio: castigada, entre otros males, con una maraña de serpientes como cabellera, atraía la mirada a sus ojos y así petrificaba a sus víctimas. En esta historia, la peligrosidad también es otro de sus atributos. A causa de sus movimientos de reptación, su habilidad para desaparecer repentinamente, el brillo y la fuerza fascinante de sus ojos y especialmente a consecuencia de su fatal mordedura, la serpiente ha sido un tema de gran cantidad de leyendas en las que el temor ancestral llevaba a deificarlas para aplacar su furia, o a considerarlas el origen de todos los males, la encarnación del demonio. **
Por consiguiente, la serpiente también es la materialización del lado oscuro de la naturaleza con numerosos referentes mitológicos: las serpientes que devoran a Lacoonte y sus hijos; la que muerde a Filoctetes e impide que vaya a Troya; el pozo de víboras en el que cae Eurídice cuando es perseguida por Auristeo, entre otros ejemplos. En el caso de Medea, aunque salvadoras, son cómplices del crimen mientras tiran del carro que la ayuda a huir de Jasón. Con el cristianismo se refuerza aún más su carga negativa: las serpientes pasarán a simbolizar el pecado original por el que Adán y Eva son expulsados del Paraíso.
La serpiente ha sido un tema de gran cantidad de leyendas en las que el temor ancestral llevaba a deificarlas para aplacar su furia, o a considerarlas el origen de todos los males, la encarnación del demonio.[/blockquote]
En contraposición, muchos autores consideran que en ellas coexisten los extremos necesarios para el equilibrio de la naturaleza: lo femenino y los masculino, lo terrenal y lo divino, el bien y el mal, la perdición y la salvación, la enfermedad y la cura. En el caso de América, específicamente en su período prehispánico, Quetzalcóalt y Coaticlue son los ejemplos más resaltantes de su simbología:
Quetzalcóalt es traducido ordinariamente por serpiente emplumada y no por pájaro con rasgos de serpiente, según su sentido literal existen dos ejemplos teotihuacanos de esta última variante: un águila de lengua bífida y un quetzal entrelazado con la estilización de un reptil […] A Coatlicue se la representa en el arte azteca como una estatua de tres metros vestida con falda de serpientes entrelazadas y con doble rostro del mismo animal de arqueados colmillos y bífida lengua. Luce collar o pectoral de corazones y manos de hombres inmolados, del que, como centro pende una calavera. Los muñones de los brazos terminan en cabezas de serpientes, que hacen de manos y rematan en garras de serpientes.**
Como hemos visto, es un símbolo multivalente en cualquiera de los casos. La gran cantidad de significados que arroja dependen, a menudo, de la traición y el contexto. No obstante, hay un punto en el que todas las culturas coinciden: la serpiente también representa el principio y el fin. Así, Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, no solo recoge todos los atributos anteriores, sino que los conecta en una idea mucho más general. Engulléndose a sí misma, representa la creación y la destrucción como momentos sucesivos de la naturaleza cíclica de las cosas, el renacimiento o eterno retorno y la infinidad del tiempo.
* Cirlot, Juan Eduardo (1992). Diccionario de símbolos. Barcelona: Labor.
** D’ Ors Führer, Carlos (1951). Quetzacóalt y Coatlicue, en Cuadernos Hispanoamericanos N° 449 – Noviembre 1987. Disponible en: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.